Llamadme raro...

Si, si, llamadme raro, sé que lo soy, lo acepto con grado, porque aunque yo me considere moderadamente normal, sé que en el conjunto de la sociedad en que vivimos lo que yo considero normal puede parecer raro, para muestra un botón...

Tres de la tarde, vestuario masculino de un gimnasio cualquiera, vuelves de la ducha con la toalla a la cintura, vas a tu bola, pensando lo cansado que estas, y que todavía nos queda el turno de tarde por delante, como es habitual no te fijas en el resto de la gente del vestuario, abres tu taquilla y sacas la ropa interior dispuesto a vestirte...

Estas con el calzoncillo en la mano cuando te das cuenta de que hay un tío a pocos metros de ti mirándote, le miras te sonríe, te saluda con un hola que tal...

Intentas mantener la compostura, lo cual es muy complicado mientras intentas ponerte la ropa interior, le miras a la cara le correspondes con un seco y escueto “hola”, mientras te das cuenta de que lo conoces de algo y apostillas “le conozco pero no sé de qué”.

Ahora su sonrisa es aún más grande mientras te dice “sí hombre, soy del ayuntamiento, es que hace mucho que no estoy en ventanilla...” mientras termina de calzarse las deportivas, en este momento aprovechas corriendo para ponerte, al menos, los pantalones y ahora ya con más tranquilidad contestas “no, es que yo hace mucho que no voy al ayuntamiento”, ves cómo coge su bolsa y va camino de su taquilla, das por zanjada la conversación con un leve suspiro de alivio, y casi al instante vuelve y se planta a tu lado para preguntar…

¿Y qué, vas a alguna clase o por libre?, ahora ya con la camisa puesta te dan ganas de coger la banda del pulsómetro y azotarlo mientras le dices y a ti que cojones te importa!!! Pero por no dar un espectáculo decides contestar un aséptico “depende del día” y ahí al fin se da por finalizada la conversación…


En fin, si bien hay que agradecer que un funcionario que te ha atendido una docena de veces se acuerde de ti y se interese por si todo te va bien, también hay que tener en cuenta que no todos los momentos son adecuados para entrablar una conversación con una persona, que igual estamos invadiendo su espacio vital, que hay ciertos límites que sólo si hay mucha confianza se pueden traspasar, y que el que alguien no te mande a la mierda no implica que no te lo merezcas...