2024: lo que nos deja un año de cambios
2024 nos deja lecciones y cambios: decisiones difíciles, retos inesperados y avances tecnológicos que prometen transformar el futuro. Entre despedidas dolorosas y momentos de esperanza, hemos aprendido a valorar lo simple, abrazar lo humano y seguir adelante, incluso aunque el camino no sea claro.
2024 comenzó como suelen comenzar los años: con las pilas cargadas por un "descanso" navideño que no siempre descansa. Con la energía de un curso que arrancó en septiembre y prometía grandes cosas. Pero la vida no se lee en guiones, y las sorpresas, buenas o malas, llegan sin pedir permiso.
En agosto de 2023, un amigo, de esos que no se eligen, sino que la vida te regala, vio como su salud se deterioraba. Entramos en 2024 con la esperanza de que las cosas mejoraran. Pero no fue así. Nos golpeó duro y casi sin avisar. Tuvimos momentos. Momentos únicos, cargados de risas, cariño y esa honestidad que solo las despedidas traen consigo. En septiembre, el adiós fue definitivo. Esas despedidas que dejan un hueco que nadie puede llenar. Aún así, su fortaleza nos enseñó a seguir adelante.
En febrero, había tomado una decisión que llevaba tiempo posponiendo. Me "desconecté" un proyecto al que había entregado tiempo, esfuerzo y, quizás, demasiado de mí mismo. Era hora de apartarme. El desgaste, la decepción, y esa política vacía de contenido me agotaron. Había llegado el momento de dejarlo ir para centrarme en lo que realmente importaba: mi familia, mi trabajo y un poco más de mí mismo.
Pero la vida, otra vez, tenía sus propios planes. El 9 de abril a las 8:45, un accidente en moto partió mi rutina en dos. Literalmente. Recuerdo el instante exacto: esa sensación de "se me va a cruzar", ese intento fallido de esquivarlo, la maniobra para evitar que me diese, el instinto maniobrando la moto para que se alejase de mí, y el sonido seco de una fractura que no deja dudas.
Luego la calma: unos instantes de silencio, un primer chequeo mental, comprobar que no había sangre, que podía mover los dedos de los pies, el dolor al intentar mover la pierna, los nervios del conductor del otro vehículo, mi calma ante la locura de la situación, la llamada a mi hermana para decirle que "no iba a llegar a tomar café". Mi humor, nervioso pero humor a pesar de todo. Todo estaba en orden, salvo mi pierna izquierda.
A partir de ahí, el caos: hospital operación, dos placas y cicatrices que hoy cuentan su propia historia. Pero también calma, paciencia y tiempo. Meses de espera para una rehabilitación que no empezó hasta junio, con altibajos que me enseñaron a valorar cada paso, literal y figurativamente. Aún no sé cuánto queda por delante, pero el camino, aunque duro, es revelador.
Y en medio de todo, lo inesperado: tiempo con mis hijas, con mi mujer, con mi perro. Tiempo para descubrir quién está realmente ahí cuando no puedes dar nada a cambio. Aprendí que algunos amigos desaparecen, pero los que se quedan hacen que todo valga la pena.
2024 también trajo novedades que prometen transformar el mundo, o al menos intentarlo. La inteligencia artificial generativa, por ejemplo, cambió la forma en que trabajo y creo. Simplifica lo complejo, abre puertas y, a veces, asusta. La sostenibilidad tecnológica dio pasos tímidos pero necesarios. Centros de datos más verdes, energías renovables, y un leve, pero importante, giro hacia la responsabilidad ambiental.
Y no olvidemos la computación cuántica, ese gigante dormido que, algún día, cambiará todo. Este año nos recordó que el cambio es inevitable, pero también necesario. Es humano adaptarse, evolucionar y encontrar la luz incluso en la tormenta.
Y así llegamos al final. Hasta luego, dos mil veinticuatro. Dejaste una mochila llena de vivencias. Algunas ligeras, como alas, que nos llenaron de esperanza. Otras pesadas, como piedras, que trajeron lecciones difíciles. Nos mostraste lo frágiles que somos, pero también lo fuertes que podemos llegar a ser.
Guerras, catástrofes y despedidas dejaron marcas imborrables. A quienes se fueron, los llevo conmigo. A quienes permanecen, los abrazo más fuerte que nunca. Porque, aunque el camino sea incierto, siempre habrá algo por lo que valga la pena seguir. Porque de los momentos más oscuros nacen fuerzas que no sabíamos que teníamos. Porque, al final, lo sencillo, lo humano y lo cercano es lo que realmente importa.