Resumiendo

Hay días en los que sería mejor no levantarse. Esto puede parecer una perogrullada, pero es algo real y deprimentemente cierto.
Ayer sin ir más lejos, en concreto la noche del domingo al lunes, me acosté a las mil preparando un proyecto que me habían encargado para finales de esta semana, así que ayer me levanté muerto, hasta con ojeras, luego en la oficina el día no fué mucho mejor y entre unas cosas y otras se me lió el día. Para colmo por la tarde había quedado con mi programador para pulir ciertos aspectos todavía ásperos del programa, y entre tanto tuve que ayudar a solucionar un incidente fotográfico (que frágiles son las tarjetas de memoria…), así que mi trabajo efectivo fué realmente poco, y menos aún cuando me llamaron para decirme que el proyecto se adelantaba unos días (cinco!!!), cosa que mas tarde me rectificaron y cambiaron por cuatro (es decir para hoy)…
Así que ayer ni Body Pump ni leches en vinagre, ayer tocó trabajar, acostarse sin cenar siquiera a las tantas de la madrugada con ese mal sabor de boca que te deja el saber que lo que te han pedido es imposible, absolutamente inviable.
Porque si vas a ahcer algo, que sea algo decente, que para hacer una mierdecilla siempre queda tiempo, y por muy gordo que sea el cliente más vale que no le presupuestes si no vas a llegar que hacer un presupuesto birrias y quedar como un pelele. Porque si no le presupuestas y se lo explicas, perderás un trabajo, y puede que para el siguiente con más tiempo, te llame. Pero si aceptas el trabajo, y lo haces cochambroso por no tener tiempo, entonces habrás ganado un trabajo (si es que te lo pagan), pero perderás la posibilidad de volver a trabajar con ese gran cliente.
Puede que esta teoría del trabajo no sea aceptada por todo el mundo, pero es lo que pienso y cómo me gusta trabajar…