¿Qué esperas de quien te atiende?
Vivimos en un mundo de servicios, todos prestamos y recibimos servicios, a todas horas, en todo lugar, unas veces remunerado y otras muchas no. Nuestra sociedad está construida en torno a los servicios. Te dediques a lo que te dediques tienes una función que es prestar un servicio al siguiente eslabón de la cadena, da igual si es en forma de producto, servicio o acción.
Todas nuestras acciones están encadenadas tanto en lo personal como en lo profesional, y a pesar de formar parte de una enorme cadena se nos olvida que las personas con las que nos relacionamos son nuestros iguales, están en la misma cadena que nosotros y tienen, seguramente, el mismo tipo de problemas que tenemos nosotros en nuestro día a día.
Nos cuesta un mundo tratar a las personas con las que nos relacionamos como iguales, perdemos el foco y pensamos que el mero hecho de tener una relación de servicio nos permite exigir a los demás sin cuidar las formas. Porque esto no es una cuestión de como somos eslabones de la cadena no vamos a exigir al que nos provee del servicio al contrario, hemos de exigir que la relación sea uniforme, que el servicio sea el adecuado y que las cosas se hagan como se tienen que hacer. Pero sin perder de vista que es una persona, con sus virtudes y con sus defectos.
Siguiendo con el tema que estábamos, si a todos nos fastidia que...
- desconfíen de nosotros
- pongan en duda nuestra palabra
- nos traten mal
- ...
Entonces ¿porqué nos parece correcto hacérselo a otras personas?. Si no nos consideramos egoístas, aunque a veces lo seamos, ¿porqué presumimos que los demás lo van a ser?
Desde hace unos años llegué a la conclusión de no llevarme el mal humor y las malas formas de los clientes a casa, dejarlos en el plano profesional e intentar tratar a todo el mundo tan correctamente como me gusta que me traten a mi, intentando ayudar en la medida de lo posible y sobre todo intentando facilitar esa transacción que hemos de hacer.
Suena ridículo pero un buenos días, una sonrisa sincera, un no te (se) preocupes, un tómese su tiempo, un gracias por su atención, marcan la diferencia entre ser otro cliente más o ser un cliente. Y si no sabes ver la diferencia, igual deberías ponerte en el lugar de esa otra persona y ver cómo esas simples palabras pueden marcar la diferencia.
Porque al final se nos olvida que no estamos en esta vida por los likes ni por el dinero, estamos para recorrer un camino que tiene una duración y hay que recorrerlo de la mejor manera posible, sin hacer daño consciente a nadie, sin dejar que nos lo hagan a nosotros, siendo FELICES.
Creedme (o no), para ser felices realmente necesitamos muy poco, ¿Os habéis parado a pensar en la posibilidad de que ya tengamos lo que necesitamos para ser felices?. Yo sí, y he llegado a la conclusión de que entre el 80% y el 90% de las cosas que tengo, por el hecho de tenerlas no soy más feliz, si no las tuviese no sería menos feliz. Y no es porque yo viva en una posición privilegiada, es simplemente porque no voy a ser más feliz por tener un coche X, un teléfono Y, una casa Z, un reloj J o lo que sea, me hace feliz compartir momentos con las personas que quiero, y aunque parezca que me he desviado por completo del tema simplemente hemos dado un rodeo... si yo soy feliz voy a intentar que los demás también lo sean, se que yo solo no lo conseguiré pero aportaré mi granito de arena para que al final del día la gente que me rodea sea un poco más feliz.
Para terminar me voy a permitir recomendar un libro que tengo en la cola de lecturas pendientes y que su reseña me ha dado que pensar:
Olvídate de tu mejor versión y sé tú mismo.
Los nuevos gurús de la industria de la autoayuda nos repiten machaconamente frases como "Sé tu mejor versión", "Consigue tus objetivos y serás feliz". Hacen depender el valor de los individuos de su productividad y sus logros, deshumanizándolos. Así, nos vendemos a través de las redes sociales como si fuésemos un producto y nos exigimos cada vez más, en un afán de perfeccionismo insaciable que nos genera ansiedad, depresión, estrés y frustraciones.
Debemos reivindicar nuestra humanidad y nuestros valores personales. Empezar a ser nosotros mismos y sentirnos satisfechos con lo que realmente somos para tratarnos con decencia y respeto.
Seamos auténticos y honestos y dejemos que los demás, si quieren, sigan jodiéndose la vida tratando de mejorar su versión de sí mismos ante un juez interior imposible de satisfacer.