Movilízate... (o no)

Ordenadores portátiles, Pda's, Teléfonos móviles… ahora podemos hacer cualquier cosa desde cualquier lugar, estamos en la era de la movilización. Atrás quedan los tiempos de perder oportunidades de negocio por no disponer de una determinada información en un determinado momento… antes el hecho de olvidarse un documento en el despacho implicaba tener que dejar el lugar donde se estuviese para, si era posible, ir hasta el despacho coger la documentación, y volver. Ahora con una simple llamada desde nuestro teléfono móvil podemos solicitar cualquier dato y recibirlo al instante en un ordenador, una Pda, o el propio teléfono móvil. Es más, podemos conectarnos a nuestro escritorio remotamente desde, por ejemplo, el autobús y trabajar como si estuviésemos en la mesa de nuestro despacho.
Evidentemente a nadie se le escapa que todas estas ventajas tienen un coste, mayor o menor (económicamente hablando) según lo que se haga y cómo se haga…
Pero este, aunque evidente, no es el mayor de los costes… hay otros costes que son más difíciles de clasificar como tales, pero que tienen una importancia vital. Me estoy refiriendo al coste de la pérdida de intimidad. Antes terminaba tu jornada y la oficina se quedaba donde la tuvieras ubicada, pero ahora la oficina eres tú, la puedes incluso llevar encima y esto, nos guste o no, es una violación de nuestra intimidad. Ahora al cliente no le importa que sean las nueve de la mañana o las nueve de la noche, te puede localizar igual, te puede llamar al móvil, mandarte un e-mail, un fax, un sms un mensaje instantáneo, o cualquier cosa. La cuestión es que ahora te puede «controlar» te puede tener a su disposición en cualquier lugar a cualquier hora… y pobre de ti como no le contestes a la llamada…
Atrás quedaron los tiempos de llevar cinco duros para una cabina en caso de emergencia, los tiempos de volver a la oficina y encontrarse una montaña de notas con las llamadas que habías tenido mientras estabas fuera. Atrás quedaron los tiempos de poder dar una vuelta sin que nadie te controle dónde estás, qué haces, a qué hora lo haces…
Y yo me pregunto, ¿dónde quedan los tiempos que pasan?